El desafío de la Salud en Chile: El derecho de atención a la Salud para todos

Por: Katherine Zambrano

Múltiples son los factores que han gatillado el creciente descontento de la población hacia el sistema de salud. Preexistencias, discriminación contra las mujeres y los adultos mayores, lucro desmedido, alzas arbitrarias, y la sola mención de la sigla ISAPRES, desata una serie de reclamos que a 34 años de su creación, tiene al sistema en una profunda crisis. De hecho, los aumentos de reclamos hacia las aseguradoras de salud, concentra el 91% de los que el sistema de salud tiene.

Si bien la justicia da la razón una y otra vez a los afiliados que reclaman las alzas en los precios en sus planes de salud, las cifras demuestran que los chilenos siguen optando por las ISAPRES. Tal vez como opción del mal menor, frente a un sistema público que no ofrece garantías mínimas.

La mayor contradicción que hoy se da, son las millonarias ganancias de las ISAPRES, y las fuertes alzas en los precios para los planes de los afiliados (las alzas de precios en los planes, reflejan aumentos año a año por encima de la UF e IPC). De hecho, las utilidades de las ISAPRES generadas del año 2013 al 2014 subieron de 38.909 millones a 59.909 millones, es decir, ¡más de un 56%!. Sus utilidades superan con creces lo que cualquier inversor esperaría. Frente a esto, la asociación gremial de ISAPRES responde que los aumentos reflejados en los planes corresponden a las proyecciones por aumentos de los costos médicos que cada ISAPRE enfrenta por separado, para asegurar una adecuada entrega de prestaciones médicas a sus afiliados.

Es un sistema que opera como seguro publico a la hora de cobrar con cotizaciones que son obligatorias, pero como un negocio privado a la hora de cobrar el servicio, descremando a los clientes, discriminando a los afiliados y subiendo precios a su arbitrio. Ya que si el afiliado no acoge el alza, la opción que se le da, es cambiarse a un plan de salud de menor costo pero con merma en sus prestaciones de salud. A lo anterior se suma, que a los afiliados sobre 45 años les es muy difícil cambiarse de ISAPRE, ya que las preexistencias constituyen una de las barreras para hacerlo; no quedando más opción que seguir en tu ISAPRE o cambiarte a FONASA.

¿Pero es efectivamente una crisis la que estamos viviendo en este sector? ¿Se debe empezar de cero, sin considerar los logros que ha habido en la materia?

Hay posturas en uno y otro sentido.

Quienes abogan por un reforma profunda al sistema, esgrimen que las ISAPRES debieran formar parte de la seguridad social, no de la seguridad individual como lo han hecho hasta ahora. Esto último, se vería reflejado en la selección que ellas hacen de los futuros afiliados de acuerdo al riesgo, y a sus recursos económicos. Lo anterior, se grafica en que quienes cotizan en FONASA cotizan en promedio 23 mil pesos (equivalente al 7%), mientras los que cotizan en las ISAPRES, cotizan en promedio 89 mil pesos. Es decir, la diferencia es brutal en uno y otro sistema.

Además, el sistema privado no cuenta con un mecanismo sanitario de control de costos -como sí se da en el sistema público- al aumentar sus precios sobre el IPC, traspasando de esta manera todo el costo al usuario.

Señalan que el sistema de seguridad social no puede basarse en las personas consideradas individualmente, sino que debe poner en común los riesgos y los dineros, por eso se cobra un 7% para que financie a todos los chilenos. De ahí que lo esperable sería, que hubiera un solo plan mediante el cual se financie a todos. Y ojalá, las ISAPRES -que seguirán funcionando- lo hagan como adicional, de manera complementaria, atendiéndose por ejemplo en la clínica de su preferencia.

Frente a la pregunta: ¿por qué actualmente la mayoría de la gente opta por un sistema de ISAPRE? Argumentan que si bien cuando uno es sano y tiene un ingreso fijo, lo más probable es que le acomode un sistema individual, esto no va a ser así cuando se llegue viejo lleno de enfermedades. De ahí que hoy, los mayores de 60 años que están en FONASA, es tres veces mayor a los que se encuentran en el sistema privado.

Por otro lado esgrimen, que una cosa es hacerse cargo solamente de los sanos, y otra, es hacerse cargo de todos como lo hace FONASA. Sistema que por lo demás, tiene considerablemente menos recursos que el privado, lo que hace imposible que compitan en igualdad de condiciones (por ejemplo, ante la demanda de especialistas por uno y otro sector, 5 irán al sistema público y otros 10 al privado, dado el mayor incentivo económico en rentas que hay detrás).

El otro sector por su parte, entiende que las ISAPRES sí forman parte del sistema de seguridad social. Ellas al ser una compañía de seguro, sí financian a las personas que tienen mayores gastos o que son más susceptibles de siniestros; financiamiento que procede de las cotizaciones de toda la población (más otros agregados, como por ejemplo los subsidios que da el Estado). Así, todo el sistema de salud privado como público forman parte de un sistema de seguro, donde las personas que no se enferman financian a las que lo hacen, formando parte de un sistema de solidaridad.

Agregan, que los costos de salud aumentan en el mundo entero, lo cual tiene razones estructurales: aumento de enfermedades crónicas, aumento de la población senil, nuevas tecnologías, nuevos medicamentos, etc. Aumentos de costos que deben financiarse mediante el alza de las primas o del valor de las prestaciones médicas.

Además, de los 100 que recibe la ISAPRE vía cotización, esta le devuelve al afiliado un 85% vía licencia medicas, atención ambulatoria, hospitalaria, etc.; costos que tiene tanto el sistema público como el privado.

Finalmente, esgrimen que la reforma tiene que poner el foco en cómo perfeccionar el sistema privado de salud, ya que hoy el único plan solidario que existe tiene tremendos problemas (por ejemplo, más listas de espera o el reembolso cero de los medicamentos cuando se llega con un seguro complementario y FONASA a una clínica).

Que Chile tenga más mayores de 60 años en FONASA, se explica porque el año 2005 el Presidente Lagos incorpora el GES y un mecanismo solidario de reajuste de tarifas (diferente al reajuste que el sistema privado utiliza); generando un problema de distorsión de precios que escapa a nuestro análisis.

Hoy por ejemplo, en el GES hay 80 patologías donde independiente del sexo, edad, se paga la misma prima, lo cual refleja un avance en las ISAPRES respecto a la variación de precios en consideración a tales factores. También, reconocen en que hay que avanzar en aplanar las diferencias que aun siguen habiendo, por ejemplo entre hombres y mujeres para que paguen lo mismo.

¿En qué lado de la cancha nos quedamos?

Si bien cada uno podrá tener una que otra postura frente al tema, es insoslayable que Chile ha logrado grandes avances en esta materia, por lo que sería imprudente adoptar una postura tan radical como querer cambiarlo todo. Por ejemplo, el Plan AUGE, el pilar más conocido de la reforma de salud, ha significado claros beneficios tanto para los chilenos afiliados al sistema público como al sistema privado de salud, tema objetivado en múltiples encuestas de opinión. Por lo tanto, enfatizar los problemas pendientes no pretende restar mérito a lo logrado, sino aportar al mejoramiento de la reforma.

Hay que perfeccionar el sistema privado actual, y creer en la complementariedad público-privada. Porque la competitividad entre proveedores, sumada a la elección por parte del consumidor, puede contribuir en buena medida a la eficiencia del sistema y a la plena satisfacción del consumidor. Los métodos para controlar la oferta y asegurar una distribución equitativa de los recursos disponibles para salud y las formas de pago a los proveedores son fundamentales en la consecución de los objetivos de equidad y contención de costos.

Todo esto puede ser logrado sin sacrificar el principio esencial de “los seguros nacionales de salud”, que Chile ha desafiado: el mismo derecho de atención de salud para todos los ciudadanos.

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