Carta al Diario

Señor Director,

El Cardenal Ezzati nos planteaba que en la reforma educacional se percibe un esfuerzo por fabricar puertas y ventanas sin saber para cuál edificio. ¿Son todos los edificios iguales?, ¿Puede una puerta o una ventana ser apta para un edificio A o un edificio B, cuando ambos han sido construidos de distintas maneras con distintas visiones?  No olvidemos que somos seres múltiples, en donde no se nos puede volver una sola masa, porque no lo somos.

Cada niño, cada niña, son distintos entre sí y ninguna reforma debe olvidar eso, de lo contrario, pecaría de ignorancia. Esta propuesta deja a los padres fuera de la educación de sus hijos. La educación es un derecho, pero también es un deber, un deber de los padres de acompañar a sus hijos en su educación.

Por otro lado, si el estado se hiciese cargo de la educación, ¿Dónde quedaría la libertad de los padres para elegir el estilo de educación para sus hijos? La educación tiene distintas miradas, y un método no es igual al otro, por lo tanto, ¿Cómo aseguraría esta reforma la continuidad en el tiempo de colegios de inspiración Waldorf, Montessori o cristianos?

El fin al copago no es el principio de una educación gratis para todos, es el fin de que los padres se involucren en la educación de sus hijos.

Apoyamos totalmente las palabras del Cardenal con respecto a la reforma, ya que una educación de calidad es también una educación en valores, nuestros alumnos y alumnas no son un número, son personas que merecen ser cuidadas y respetadas, que deben ser educadas pero también formadas, esto para que en su adultez sean un aporte a su país, no sólo en lo económico, sino también en lo humano, que sean constructores y no destructores de su sociedad.

 

Natalia Mariñan Martinez

Directora de Extensión LIBRES

www.libres.cl

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