Vox populi, vox Dei

Por: Fernando Pérez

Es común escuchar que la Izquierda está con el pueblo y que la derecha está con el empresariado. Desde ese punto de vista, mientras que la derecha no hace más que proteger los intereses de la oligarquía (entendiéndose eso como: cuidar del poder de la plutocracia, salvaguardar el status quo, por dar dos ejemplos), la izquierda asevera ser el baluarte de las gentes, el paladín de los oprimidos y la defensora de la mayoría. Sin embargo este esquema no solo es una simplificación absurda, sino que también es una falacia flagrante. América Latina es un ejemplo de ello.

Nótese el caso de Argentina. Después de doce años de kirchnerismo o dicho de otra manera, después de casos reiterados de corrupción Rosada, apostando, nepotismo e inflación, el pueblo argentino decidió remover a Cristina Fernández de la Casa en su lugar por Mauricio Macri. En otras palabras, la mayoría transandina defenestró a la izquierda del poder.

Nótese a su vez el caso de Venezuela. Ya no son tan solo doce, sino de dieciséis nefastos años en los que el chavismo ha tomado las riendas del poder y ha proclamado al mundo ser el adalid de la revolución socialista. Si se considera que el año 2014 la inflación llegó a ser la más grande del mundo  (70%), que la hija de Hugo Chávez es la mujer más rica de Venezuela con un patrimonio de más de 4.000 millones de dólares o que murieron más de 40 estudiantes y opositores a manos del aparato represivo estatal en las manifestaciones del año pasado, no es de extrañar que el pueblo venezolano haya optado por la oposición y no por el oficialismo.

Brasil y Chile son otros ejemplos de la decadencia del socialismo del siglo XXI. Mientras que la actual presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, está siendo sometida a un proceso de destitución parlamentaria por motivos de corrupción en el caso Petrobras, la actual presidenta de Chile, Michele Bachelet, está viéndose presionada a raíz del tráfico de influencias de su hijo Sebastián Dávalos en el caso Caval. Con una tasa de aprobación del 10 y el 25%, respectivamente, está de manifiesto que la credibilidad de Rousseff y Bachelet están en entredicho. De nuevo, la izquierda latinoamericana no hace más que mostrar su podredumbre y miseria.

Somos testigos, como diría Nietzsche en otro contexto, del ocaso de los ídolos. Los grandes caudillos socialistas están cayendo uno por uno. Los apologetas de la izquierda están sucumbiendo por su propio peso. Invirtiendo la fórmula marxista: el socialismo está produciendo sus propios sepultureros. Su hundimiento y la victoria del pueblo son igualmente inevitables.

La voz del pueblo está arremetiendo contra quienes decían ser sus más acérrimos defensores. La voz de Dios está destronando a los dictadores más contumaces y a los gobernantes más corruptos. La conclusión es obvia, vox populi, vox Dei.

 

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